Día 5. Benditos bares
- CRISTINA MARQUINA
- 18 mar 2020
- 4 Min. de lectura

Tomo prestado el título de la famosa campaña de Coca-Cola para comenzar la página de este miércoles, 18 de marzo de 2020. Llevamos confinados en nuestras casas tan solo un tercio de los quince días que, de manera inicial, nos han impuesto desde el Gobierno central y el sentir común apunta en una misma dirección: Éramos ricos y no lo sabíamos.
Salimos al balcón, descorremos las cortinas y abrimos las ventanas de par en par para respirar profundamente el aire fresco. "Huele a primavera y hace un día precioso para estar en la calle", recuerdo que pensé el domingo. La misma frase que mi familia repitió cuando nos sentamos a comer. El lunes me detuve a escuchar el viento que, de repente, soplaba huracanado en la parte de atrás de la galería. Incluso llegó a llover y me descubrí deseando estar en la calle sin paraguas. ¡Yo, que tanto odio que se me encrespe el pelo! Y así van pasando los días. Añoramos lo que antes ni siquiera apreciábamos. Las pequeñas cosas. Nos detenemos en la meteorología y esta vez no es la excusa para mantener una conversación incómoda en el ascensor con un desconocido. No, en esta ocasión desearíamos vivir en nuestras propias carnes ese día maravilloso pero también esa lluvia repentina.
Echamos de menos lo mismo que antes echamos de más. Antes eran las quejas por correr de un lado para otro para conseguir llegar a todo. Salir de casa muy temprano y llegar a las tantas de trabajar. Desear pasar más tiempo en el hogar. Y, de repente, como si alguien nos hubiese escuchado ahora tenemos todo el día para estar en casa y yo solo pensamos en las ganas de volver a correr de un lado para otro. Eso significará volver a tener el ritmo de trabajo habitual pero también implicará el café de media mañana con las compañeras. El de media tarde con la familia. El del final del día con la pareja. Benditos bares. Nunca pensamos que nos faltarían y quizás por ello nunca disfrutamos de los momentos que pasamos allí.
Tampoco supimos apreciar lo que era salir a pasear. Nos subíamos en nuestros coches e íbamos directos al trabajo, a comprar el pan, al gimnasio y a por tabaco. Los mismos que pensábamos que lo de caminar no era para nosotros, nos sorprendemos ahora siguiendo vídeos en Youtube para mantener rutinas de entrenamiento dentro de casa. Y en cuestión de cinco días hemos hecho de todo: nuevas recetas de cocina, clases de yoga, pilates, muiñeira, capoeira, baile latinos y zumba online. Hemos intentado leer, ver series, películas, ponernos al día con nuestra lista de tareas pendientes, aprovechar para formarnos en nuevas áreas útiles para nuestros negocios. Y quizás esta tampoco era la respuesta. Puede que esto solo sea una pausa que nos da la vida. La misma que hemos pedido en tantas ocasiones y con la que hoy no sabemos convivir.
Quienes no habían bajado la basura en su vida han emprendido una guerra para tener su turno y poder salir al súper una vez por semana para aprovisionarse de todo lo necesario se ha convertido en una vía de escape. A pesar de ello, las pocas salidas que tenemos permitidas al exterior no son precisamente reconfortantes. Por el contrario, dejan un sabor agridulce. Las calles desiertas, apenas un puñado de personas caminan en solitario y separadas de sus vecinos, se apresuran con las bolsas de la compra a recorrer el camino de vuelta a casa. Como si de un episodio del 'Cuento de la criada' se tratase me dan ganas de despedirme de todos diciendo: "Con su mirada". La misma mirada contrariada que no quiere procesar las imágenes que le llegan de las arterias de la ciudad vacías pero que al mismo tiempo es consciente de que es así por nuestro bien.
Todo esto también pasará y saldremos de ello siendo mejores. Algunos habrán conseguido crear e implementar una rutina de productividad, otros habrán encontrado la desconexión que tanto precisaban. Los habrá que se hayan puesto a escribir, otros a dibujar e incluso estarán los que habrán aprovechado para recuperar todas las horas de sueño que le faltaban desde hacía un año. Cada uno a su manera habrá echado de menos algo y todos volverán a la maravillosa rutina del bullicio, las prisas y las idas y venidas con la capacidad de detenerse a disfrutar de las pequeñas cosas.
Cuando todo esto pase prometo ir a comprar flores, sentarme en mi cafetería favorita, tomarme un buen café y leerme toda la prensa del día. Todo volverá a ser igual, pero seremos un poco más conscientes de todo lo que tenemos. Seremos más agradecidos por tener trabajo, habremos aprendido a echar el freno a nuestras obligaciones para disfrutar de los días de primavera, nos querremos y abrazaremos un poco más, volveremos a llenar las salas de cine en domingo pero, lejos de considerarlo parte de nuestra rutina, lo llamaremos privilegio.
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